De alguna manera todos llegamos a un punto de convencimiento en el que reconocemos que nuestro pecado requiere un salvador. Pero no siempre sucede lo mismo con el “desde hoy en adelante”. Conocemos a Jesús, aceptamos su salvación, pero entregarle nuestras vidas parece un proceso más largo.
¿Y qué tal si te digo que aquellas cosas en las que vuelves a tropezar una y otra vez, en realidad son consecuencia de que Jesús es tu salvador pero aun no es tu Señor, completamente?
Este mes vamos a enfrentar la realidad y llamar a las cosas como son. Después de todo, como tú, aunque a veces me lastima, a mí también me cuesta soltar… eso que me gusta mucho.